La que llegaba como una de las grandes favoritas de la noche del cine español se fue de vacío, pero eso no impide que la llegada a Netflix de la última película de Pedro Almodóvar, 'Madres paralelas' sea poco menos que un acontecimiento.
Madres no hay más que dos
Personalmente yo también prefiero el arrojo del director de la saga 'The Human Centipede' al sonrojo del director de 'Dolor y gloria', su anterior y prodigiosa, magnífica, película. Y es que esta historia de madres y destinos cruzados, empeñada en batir el récord de pronunciar las palabras "memoria histórica" y con el reparto más desequilibrado de los últimos años de almodovarismos, termina por ser poco menos que una tortilla sin cebolla.
Forzada en sus reivindicaciones, autoparódica de manera no demasiado voluntaria, sexualmente robotizada y teledirigida y con una extraña intensidad para la historia que está contando, 'Madres paralelas' se sitúa entre las obras menos afortunadas de nuestro laureado e histórico cineasta.
Hay dos o tres películas dentro de ella, y me temo que ninguna resulta más interesante que la de cualquier peli de tarde. Las historias cruzadas de Janis (GLUPS) y Ana, las aventuras de un arqueólogo sin corazón empeñado en hacer justicia de puertas afuera y el drama de una madre actriz que siente demasiada pasión por lo suyo no terminan de encontrarse más allá de sus forzados eslabones.
Almodóvar y su director de fotografía, José Luis Alcaine, exprimen la imagen de la Sony Venice a través de la alta definición de monitores y pantallas de teléfonos móviles. Lo segundo, además, para provocar uno de los grandes momentos de vergüenza ajena de la película. El otro lo protagoniza el infame Arturo de Israel Elejalde. Así es como, por momentos, con cada uno en su propia película, 'Madres paralelas' se acerca más al 'The Room' de Pedro Almodóvar que a un título con posibilidades reales de optar a algún reconocimiento.
Al menos el director sabe dónde deben terminar todos los personajes de este sainete psicodramático cuando, en su tramo final, decide colocar a los participantes (no a todos, aunque eso habría sido mágico) en el lugar que merecen, eso sí lo tengo que reconocer.
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