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'Yellowjackets', un culebrón de prestigio con mucho misterio

 En 'El cuarto de atrás', Carmen Martín Gaite expuso que la ambigüedad es la clave de la literatura de misterio. También en la serie estadounidense 'Yellowjackets' (traduzcámoslo por 'Chaquetas amarillas', título sin encanto), cuyo décimo y último episodio de la primera temporada llega el lunes 17 a la plataforma Movistar+

Habrá continuación. Como para no: hacía tiempo, años, que su canal Showtime no tenía tal éxito de crítica y público con una ficción propia. Atrás quedan los tiempos sin plataformas y con televisión por cable en los que Showtime era la alternativa a HBO con títulos como 'Dexter' ( resucitado), 'Shameless' y 'Homeland'.

El tiempo también dirá si merece algún premio, especialmente por el deleitable nivel interpretativo de su reparto casi enteramente femenino.

Melanie Lynskey ('Criaturas celestiales'), Juliette Lewis ('Asesinos natos'), Christina Ricci ('La familia Addams') y la menos conocida Tawny Cypress interpretan a cuarentañeras que compartieron algo más que la orla de graduación: los casi dos años que, de estudiantes adolescentes, pasaron en un bosque canadiense tras estrellarse el avión que las llevaba a su último partido de fútbol. Cada loca con su tema. Ninguna se salva. Lewis hace de exdrogadicta (la vida misma); Ricci, embarazada, de enfermera sacada de 'Misery'; y Lynskey, reticente al compromiso televisivo, de aburrida ama de casa, casada con el guapo del instituto y madre de una adolescente, que no duda en matar al molesto conejo de su jardín y servirlo de cena. Los cuchillos vuelan.

Porque una de las promesas de 'Yellowjackets', establecida en la primera y frenética escena, es que estas 'niñas bien', estas amigas del alma, acabarán comiéndose las unas a las otras. Brota el terror, lo sobrenatural, el rencor, el trauma. También el sexo y el amor. El tiempo también lo dirá, pues la serie creada por los desconocidos Bart Nickerson y Ashley Lyle ( otro matrimonio de guionistas, ambos adolescentes en los noventa) divide el misterio entre el presente, el del espectador, y el pasado, aquellos años noventa ( suena, cómo no, Mazzy Star). Si una parte es 'Mujeres desesperadas', cumbre de la telenovela de horario de máxima audiencia; la otra es 'Perdidos', cima del enigma televisado semanalmente y teorizado diariamente en Internet.

En 'Yellowjackets' hay muchos misterios y no todos son resueltos a la misma velocidad. Una respuesta siempre lleva a otra pregunta (el plan son cinco temporadas, el número mágico). El principal enigma es quién sobrevive, o sea, quién se come a quién. También quién se lleva o deja de llevar con quién. 'Yellowjackets', como se apunta en ' Vox', es una 'Pequeñas mentirosas' de prestigio. La adolescencia y sus secretos. Aquí no hay una reina del baile, como en otras ficciones americanas sobre colegialas, sino una reina de los cuernos que llevará la voz cantante (cortante): Exta sí, exta no, esta me gusta, me la como yo.

Normal que le haya gustado al seriéfilo Stephen King, pues él ya mezcló adolescencia y terror en 'Carrie'. En ambas hay mucha sangre. «'Yellowjackets' es una tremenda historia de supervivencia, una tremenda historia de misterio y tiene unos cuantos momentos de terror. Lo que también tiene –y muchas series actuales no– es una caracterización aguda y un sentido del humor mordaz», escribió en Twitter. Tampoco hay que fiarse siempre de Stephen King (ni mú sobre el final de su adorada 'La casa de papel').

Los guionistas de 'Yellowjackets' saben que no han inventado la pólvora ( 'The Wilds', en Amazon, sobre unas adolescentes cuyo avión se estrella en una isla), pero sí se aprovechan de las condiciones y referencias del género. Para perpetuarlas, para retorcerlas o para reírse de ellas. En un episodio, la adolescente Taissa (Jasmin Savoy Brown, de 'The Leftovers') comenta en plena travesía por el bosque que el primero en morir en una ficción es el personaje negro. Ella es negra. Y lesbiana. Y sobrevive. «Eres la nueva Kamala Harris», le sueltan a la Taissa adulta (Tawny Cypress), casada con otra mujer negra y con hijo rarito, que busca financiación en su carrera como senadora. Esta política sí podría tener una muerta en el armario

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